miércoles, 24 de marzo de 2010

La Luna


La luna se alzaba con todo su esplendor, reinando la noche donde crueles batallas eran llevadas a cabo. El silencio de la noche solo era perturbado por los ladridos lastimeros de los licántropos que inútilmente pedían piedad con sus voces desgarradas por el dolor que les producía cada golpe que recibían. Sobre sus rotas voces la risa de un gran guerrero se escuchaba, carcajadas que humillaban a sus rivales que caía bajo el poder de sus golpes, desplomándose mientras su sangre cubría la armadura del vampiro. Cada golpe hacia desplomarse al enemigo... así se alargaban las luchas casi hasta el amanecer aniquilando a aquellos lamentables licanos que se hacían llamar los destructores de todo vampiro que osara encontrarse a su paso. Pero al toparse con este gran y despiadado vampiro solo hallaban su fin.
Cada día antes del amanecer el guerrero regresaba al castillo donde junto con sus compañeros toma unas copas y se divertía con las anécdotas que cada uno traía del campo de batalla, se mofaban de los lloriqueos que emitían los licanos antes de que les asestaran el golpe de gracia que acabaría con sus miserables vidas. Así trascurrían las últimas horas del día, entre copas y risas asta ha veces bien entrado el día.
Pero el gran guerrero cada noche se retiraba del salón, llevándose consigo a una joven vampira de ojos esmeralda, ambos se iban a su rincón preferido, aunque cualquier lugar donde podían estar juntos era perfecto, pero aquella terraza solo fue hecha para ellos dos. Durante horas se quedaban abrazados mirando la luna y las estrellas que observaban a la pareja deshacerse en abrazos y apasionados besos. Ella rodeada por los fuertes brazos de él se sentía segura, en sus ropas podía oler restos de la sangre de aquellos licanos que habían dado se vida por una causa perdida que se mezclaban sutilmente con el aroma que el cuerpo de el desprendía, ese olor que la embriagaba, la extasiaba y hacia que en su interior la sangre la hirviera deseándole mas a cada momento.
No le temía, pese a ser mucho más grande que ella, mirándole con sus verdes ojos se acercaba al poderoso guerrero que la esperaba añorando sus labios mientras la cargaba contra su cuerpo se besaban profundamente, ella mordía los labios de el dándole pequeños tirones. La respiración de ambos se aceleraba a medida que los besos se intensificaban y sus cuerpos lentamente se veían desprendidos de las ropas que tanto les molestaba para poder sentir la piel del uno contra el otro, ese calor que el cuerpo del otro desprendía, era tan cálido que nunca se querían separar. Sus labios solo se separaban lo justo para tomar el uno el aliento del otro para volver a juntarse, sus lenguas jugaban batallando entre ellas. Los ojos de ambos no dejaban de mirarse, el fuego de la pasión ardía en ellos, con cada caricia, con cada roce de su cuerpo el deseo se hacía mayor. Solo querían sentirse ser el uno para el otro. No buscaban que el resto comprendieran lo que entre ellos dos sucedía ellos así eran felices.
Ella cada noche le esperaba viendo como cada minuto se hacía eterno sin tenerle a su lado, el no importaba donde estuviera o a que guerra tendría que partir, cada noche sin excepción regresaba amparado por la noche junto a su vampira. Se recibían con un fuerte abrazo, el palpitar de sus corazones se aceleraba solo estando abrazados.
Suavemente rozando los labios por el cuello del los finos colmillos de ella marcaban el fuerte cuello del guerrero dos suaves hilos de sangre brotaban de las marcas. Finas hebras que ella rozando con su lengua recogía y manchando sus labios con la sangre le besaba pasionalmente dejando que el sabor de la sangre invadiera la boca de ambos, cosa que hacía que los besos se intensificaran mientras las manos acariciaban sus cuerpos bajo las finas ropas que llevan bajo las armaduras.
Un rastro de ropas tendidas por el suelo llevaba a la pareja de vampiros, que  sumergidos en un éxtasis de caricias besos y mordidas, se olvidaban del mundo que les rodeaba solo existían ellos dos. Las caricias se intensificaban una tras otra las palabras susurradas daban paso a suaves jadeos. La lengua de ella bajaba por el torso suavemente saboreando la salada piel de él. Pasando su sabor por sus labios, nada sabía mejor que él. Las manos de el guiaban suavemente a ella en su descenso mientras que la observaba mirándola con dulzura. El brillo de la luna resplandecía en la piel de los amantes cuyos cuerpos eran bañados por aquella tenue luz. Lo bastante fuerte para que ambos vislumbran  en los ojos el uno del otro el fuego del amor que ardía dentro de ellos.
Así pasaban las noches día tras día siendo felices en du lugar apartado del mundo, acabando tendidos sobre el suelo mientras que el gran guerrero abrazaba con fuerza y ternura a la joven, que se sentía segura con él. El amanecer les hacia regresar a la realidad cuando escuchaban la fuerte voz de uno de sus compañeros avisando de la proximidad de la salida del sol y así recogían sus vestimentas tras pasar una noche más en brazos de la más pura de las pasiones y se disponían a descansar para  prepararse para otra noche de batallas y pasión.